¿Quien es el cuidador del adulto mayor?

Durante nuestros primeros años de vida y hasta que nos hacemos adultos, recibimos los cuidados de nuestros padres, abuelos, hermanos mayores o personal de confianza de nuestras familias. A medida que vamos creciendo ese grupo de cuidado se amplía a los maestros de nuestras escuelas y colegios, y así, durante esa etapa de crecimiento siempre nos encontramos bajo la protección, seguridad y vigilancia de estos diferentes tipos de “cuidadores”, recibiendo amor y orientación para transformarnos en seres humanos independientes y con herramientas para enfrentar la vida.

Pero también llega el momento en que los papeles se invierten y pasamos de ser cuidados a cuidadores de nuestros hermanos pequeños, de un amigo, de nuestros propios hijos y aprendemos entonces los oficios que corresponden a la crianza y cuidado de esos pequeños. Les enseñamos a comer, a caminar, a recibir y dar amor, así como lo hicieron nuestros padres y abuelos con nosotros. Y de pronto, llega el día que también nos convertimos en los cuidadores de esos seres queridos que velaron por nosotros. Empezamos a notar que esas personas fuertes, sanas y protectoras empiezan a presentar cambios tanto en su comportamiento físico como mental, a cometer errores y olvidar cosas y comenzamos involuntariamente a tratar de solucionarles todo como si fueran niños, limitándolos e impidiendo que ellos continúen con su cotidianidad a su ritmo, que experimenten y vivan su vejez. Ignoramos las jerarquías y el rol que ellos cumplen como padres, tíos o abuelos dentro de la familia y pasan de ser nuestros protectores a ser nuestro protegido. 

Está bien que nos preocupemos por ello, que les atendamos sus necesidades, pero evaluando cual es la verdadera situación particular de ese adulto. No siempre tienen una patología, o situación grave o limitante, sin embargo, es una realidad que los adultos por encima de los 80 años, empiezan a tener un declive y a requerir atención y apoyo por lo general de una persona dentro de su propia familia o de un cuidador externo que se responsabilice de él.

¿Quién es ese cuidador del adulto mayor?

La tarea de cuidado tradicionalmente ha recaído en un 85% en una figura femenina, bien sea la esposa, la hija, una nieta o la nuera, con edades promedios entre los 35 y 60 años, y que por lo general conviven en la misma casa del paciente.

En porcentaje muy inferior esta tarea es realizada por los hombres, muchos de los cuales han tenido que regresarse a vivir a casa de los padres por razones económicas o rupturas sentimentales, y en retribución ejercen la tarea de cuidado.   Esa responsabilidad se da por dos motivos: Por vocación o por decisión.

Podemos decir que los cuidadores se dividen en tres:

. Cuidador informal: Son las personas generalmente del núcleo familiar (mujer u hombre que asumen el rol de cuidador) y que no están preparados para la tarea de cuidado, pero repentinamente deben asumir el rol de cuidador.

. Cuidador formal: Son las personas que han realizado una carrera en salud:  Enfermeros, Médicos, Psicólogos, salud ocupacional entro otros.

. Cuidador de relevo: Son los hermanos, hijos, o familiares que ayudan al cuidador del adulto mayor.

El cuidador primario es aquel que está permanentemente con el paciente y atento a las necesidades de aseo, alimentación, suministros de medicamentos, atención en general.  Su labor exige paciencia, responsabilidad y amor para atender con agrado y buena actitud a su ser querido y siempre debe contar con una ayuda, que es el cuidador de relevo, de manera tal que pueda descansar, cumplir con su vida social y familiar, mientras que su paciente continúa siendo bien atendido.

 Todo cuidador debe contar con una red de apoyo la cual a su vez está conformada por:

  • Red primaria: que son los hijos, nietos, en el caso del cuidado de adulto mayor.
  • Red secundaría: Vecinos y amigos
  • Red del Estado: Quien debe ofrecer toda la protección hospitalaria.

Sabiendo que tarde o temprano debemos ejercer esa tarea de cuidado de nuestros adultos mayores es importante establecer en qué etapa de la vida se encuentran esos personajes y de qué forma podemos apoyarles en ese atardecer.

Existe una sencilla herramienta que es la  línea de tiempo que nos ayuda a identificar en qué punto se encuentra nuestro adulto mayor o paciente y en cual el cuidador.

0           10          20          30         40            50            60                     70                  80            90         100

                                                                                 Acompañante   Transición   Cuidador

Los cuidadores acompañamos adultos mayores independientes hasta los 70 que es cuando inicia la etapa de transición, y cuidamos a los adultos mayores dependientes a partir de los 80 años aproximadamente. Es decir, que, en la etapa de acompañamiento al adulto mayor, este debe continuar realizando sus actividades normalmente, sin limitarlos, que tomen sus decisiones, que realicen su vida social y que sigan siendo independientes sin depender de nosotros. 

 Hacia los 70 se inicia una etapa de transición donde debemos realizar cada 6 meses exámenes de rutina y neurológicos ya que es en esta etapa donde se inicia un declive mental. Es importante verificar cuales han sido los antecedentes de enfermedades familiares, de que han fallecido nuestros abuelos, a que edades han muerto. Estas acciones nos ayudan a manejar y entender ese final de vida con menos traumatismos siendo conscientes que ese adulto mayor algún día va a partir.

El arte de acompañar el adulto mayor.

Es importante conocer muy bien la persona con la cual vamos a iniciar esa etapa de acompañamiento: Cómo es su carácter, como se comporta, que le gusta, cuáles son sus frustraciones y que los angustia. La suma de todos estos conocimientos, que nos ayuda a entenderlos mejor. Algunos  adultos mayores les cuesta trabajo manifestar sus sentimientos y temores por miedo a la burla:  Temen decir que tienen incontinencia, que se les olvidan las cosas, o que están preocupados por la situación de sus hijos y nietos. Entre mayor conocimiento y comprensión logremos de esa persona más confianza nos dará, y más tranquilidad podemos ofrecerles.

También es importante establecer cuáles son las decisiones de esas personas para el final de su vida y respetarlas, lo que conocemos como voluntades anticipadas: Como debemos proceder ante una situación de enfermedad calamitosa, como disponer de sus cosas, que acciones realizar a su muerte.

Planificar

Al desempeñarnos en las actividades rutinarias de cuidado, se suele presentar el síntoma del “Cuidador quemado”, y esto ocurre principalmente cuando no se planifican las tareas diarias y ocasionales. Algunas de las acciones más importantes a tener en cuenta son:  

  • Planificar las comidas. Que puede comer y que le gusta a mi paciente. Organizar horarios.
  • Movilizar a los pacientes dependientes. Debemos informarnos como se movilizan, para no producirles daño ni afectarnos nosotros por un mal movimiento.
  • Administra los medicamentos adecuadamente. Organizar un cuadro donde tengamos las horarios y nombres de medicamentos a suministrar.
  • Supervisar el aseo: algunos adultos no les gusta que los bañen, y se les debe permitir que los realicen solos si están capacidad de hacerlo, pero siempre verificar que el aseo de todas las partes de su cuerpo se realice adecuadamente para evitar infecciones principalmente en la zona genital.
  • Entretenerlos, buscar espacios lúdicos para distraerlos. Saber escucharlos y no generar silencios incomodos.
  • Proporcionar afectos y compañía.
  • Coordinar servicios sociales y médicos.

Mantener autonomía en el adulto mayor

Mantener el sentimiento de competencia es necesario para el logro de los objetivos. Para los adultos muy mayores, realizar actividades diarias solos es muy estimulante. Estas actividades deben realizarse dentro de ambientes seguros, como por ejemplo el disponer de barras de agarre en baños y espacios donde se moviliza, para proporcionar seguridad en sus desplazamientos. Evitar obstáculos como mesas, tapetes u objetos pequeños que puedan ocasionar accidentes. Colocar luces en rincones oscuros, pisos antideslizantes y proporcionarles seguridad y comodidad sin excedernos en una atención asfixiante.

Apoyo Profesional

Un cuidador comprometido debe asegurarse que su adulto mayor cumpla con las indicaciones y recomendaciones de los profesionales de la salud:

  • Estimulación cognitiva: Realizar ejercicios de atención y concentración entre otros bajo la guía de un psicólogo, y o de un neurólogo que indique cómo hacer la estimulación cognitiva.
  • Ejercicio físico: Según sea la situación del paciente motivarlos para que realice estiramientos, paseos al aire libre o si bien preocuparnos por movilizarlos dentro de su cama o silla para evitar atrofiamientos con la orientación de un fisioterapeuta.
  • Cuidado de boca, manos, pies y genitales. Preocuparnos periódicamente por realizar chequeos odontológicos; estado de dientes, encías o prótesis que le permitan masticar cómodamente los alimentos, así como comprobar el estado de su zona genital para evitar infecciones o tratarlas si es el caso. La incontinencia, la pañalitis, o un mal aseo pueden causar problemas severos.

En cuanto a las manos y pies a veces por aparición de callos, y de onicomicosis se producen caídas. Hay que revisar, hacer masajes en la zona, asear.

  • Acompañamiento espiritual: En la etapa final de la vida de los adultos mayores, se aumenta la necesidad de rezar, de visitar las iglesias o realizar ritos. Es importante hacer el acompañamiento espiritual independientemente de nuestra religión.
  • Nutrición: Consultar un nutricionista que nos oriente sobre el tipo de alimentos que debe y puede consumir nuestro adulto mayor según su condición y gustos.

¿Cómo cuidador que áreas de mi vida se afectan?

Cuando asumimos la responsabilidad de cuidar, bien sea porque lo decidimos o porque nos toca, se presentan muchos interrogantes.

  1. ¿Cómo se va a atender económicamente los gastos que se generan para el cuidado? ¿Existe una pensión que pueda atender sus necesidades? ¿Y si no la hay que va a pasar?
  2. ¿Tiene un sistema de salud que lo proteja? ¿Hay Una EPS?
  3. ¿Tengo conocimiento de las acciones a tomar según las crisis que pueda presentar mi paciente? ¿A dónde acudo?
  4. ¿Tengo que dejar de trabajar para cuidar a mi ser querido y como vivo ahora?

A esto se le suma el sentimiento de tristeza por la situación del ser querido, la ansiedad por la avalancha de tareas que atender y por el desconocimiento del manejo de la situación.

Es indispensable tomar decisiones con la familia y/o red de apoyo y definir cómo se va a repartir la carga económica si no se cuenta con una pensión o fondo por parte del dependiente, quien recauda, administra y controla el dinero eficientemente para cubrir las demandas médicas, como resuelvo las crisis y adonde acudo cuando se presentan emergencias, informarme sobre el tipo de enfermedad que tiene mi dependiente, quien me reemplaza para poder tomar mis descansos, y obligarme a salir y socializar porque muchos cuidadores omiten esos descansos por miedo a dejar su paciente.

Asumir la responsabilidad de cuidado sin estar preparados nos puede llevar a enfermarnos. El cuidador se desgasta física y emocionalmente, y por eso debemos identificar cual de todas las tareas nos generan más ansiedad y estrés y no incurrir en un maltrato al adulto al cuidado. De ahí la importancia de saber pedir ayuda para ajustar el manejo y disminuir el estrés mantenernos alerta cuando aparezcan señales de cansancio físico, emocional y social.   

No permitamos que el agotamiento nos aísle y que perdamos el interés en las actividades que antes disfrutábamos.

El cuidado no debe convertirse en un tormento. Debe ser una tarea llevadera, que desarrollemos con amor y con agrado.

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